Es muy común coincidir con personas que tienen las orejas rojas o incluso nos puede pasar a nosotros. En primer lugar, debemos diferenciar entre dos tipos de situaciones: aquellas en las que se ponen rojas debido a una situación social concreta y aquellas en las que se produce como consecuencia de otro tipo de malestar o enfermedad.
Entonces, ¿cuál es la verdadera razón por la que nuestras orejas se ponen rojas?
Esto se debe a que los vasos sanguíneos se dilatan y aumenta el flujo de sangre a través del oído. Por eso se ponen rojos, al igual que las mejillas. Pero, ¿cuáles son exactamente las causas?
- Infecciones de oído. Cuando sufrimos de otitis, uno de los síntomas más comunes es que nuestras orejas se enrojecen.
- Sufrir un golpe en el oído externo. En este caso sentiremos como se inflama la zona.
- También puede ocurrir cuando nos pica un insecto o mostramos una reacción a algo que nos da alergia.
- También pueden aparecer estados inflamatorios, eccemas o psoriasis en el oído externo y el canal auditivo.
- Alergias como urticaria o infecciones bacterianas.
- Quemaduras debidas a la exposición continuada al sol. Es muy importante proteger la zona cuando tomamos el sol. Si no, si sentimos molestias debemos aplicar aloe vera para calmar la inflamación.
- Desequilibrios hormonales. Cambios hormonales relacionados con la tiroides, glándulas suprarrenales y otros como la menopausia o el embarazo.
- Estrés y ansiedad.
- Cambios bruscos de temperatura. Si exponemos nuestras orejas al sol, nuestro cuerpo responde por vasodilatación y esto se refleja en el aspecto de las orejas. Si las exponemos al frío se inducirá una vasodilatación y notaremos como arden. En el caso de temperaturas extremadamente frías, nuestro cuerpo reaccionará calentando nuestros oídos para evitar la congelación.
- Situaciones emocionales: ataques de ira, nervios y enfado; situaciones en las que nos sentimos avergonzados o avergonzados; emociones intensas o máxima concentración.
¿Cual es el tratamiento?
Afortunadamente, se trata de molestias que suelen durar poco tiempo, entre unos minutos y unas horas; por lo que suele bastar con aplicar frío en la zona afectada para calmar las molestias. Si considera que los síntomas, la inflamación y el dolor persisten, no dude en consultar a su especialista para que le recete algún medicamento en caso de que lo considere necesario.